El debate lleva tiempo en la
calle. Al hablar de artes marciales nos podemos encontrar con múltiples
y diferentes posturas. ¿Se trata de un estilo de vida con filosofía
propia? ¿Han perdido su base espiritual y hoy son tan sólo deportes de
competición? ¿O tal vez se han convertido en una simple herramienta de
defensa personal?

Las
artes marciales orientales nacieron como resultado de la búsqueda del
hombre de una disciplina que le enseñara a encontrar el
equilibrio entre cuerpo y espíritu,
basándose en teorías propias ya bien sea del budismo Zen o del Taoísmo
entre otros. Así fueron naciendo y desarrollándose técnicas que han
llegado hasta nuestros días, tales como el
Karate, el
Taekwondo, el
Judo, el
kung Fu, el
Tai chi y una larga lista de estilos más.

Con
la llegada de las artes marciales a Occidente estas disciplinas se han
ido extendiendo con gran rapidez, desarrollándose como
deportes de competición,
llegando incluso algunos de ellos a convertirse en deportes olímpicos.
Con este nuevo enfoque de las artes marciales se ha ido perdiendo en
parte las bases filosóficas de éstas, aun conservando sin embargo
valores morales tales como el respeto, el honor o el compañerismo entre
otros.

Actualmente,
debido probablemente a la creciente sensación de inseguridad que
provocan las calles, ha incrementado el número de personas que
contemplan las artes marciales como un medio de
defensa personal. De hecho, cada vez son más los gimnasios que imparten de manera específica este tipo de clases.
Independientemente del motivo que mueva a
una persona a practicar un arte marcial, lo cierto es que gracias a la
multiplicidad y capacidad de adaptación de estas artes, siempre
encontrará una profunda base espiritual y filosófica detrás que
impregnará de manera más o menos consciente a todo aquel que la
practique.