Diagnóstico de la intolerancia a la lactosa
Para diagnosticar la intolerancia a la lactosa en cualquiera de sus
formas se utilizan varios métodos, y el más sencillo consiste en
eliminar la lactosa de la dieta y evaluar si desaparecen los síntomas.
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El test de intolerancia a la lactosa o de glucosa
plasmática se basa en el aumento de la glicemia mayor a 20 mg/dL, tras
una hora de haber consumido una carga de 50 g de lactosa. Si dicho
aumento no se produce, la prueba es positiva, ya que significa que el
disacárido no ha sido hidrolizado y absorbido.
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En el test respiratorio de hidrógeno se administra la
lactosa al paciente por vía oral. En los sujetos con intolerancia a la
lactosa la ausencia de absorción intestinal favorece su llegada al
colon, y tiene como resultado la liberación de hidrógeno y su
eliminación a través del aire espirado. Por lo tanto, una elevada
concentración de hidrógeno en el aire espirado después de la
administración de lactosa indica intolerancia a la misma.
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El test de acidez en deposiciones se emplea sobre
todo en los niños pequeños y en los lactantes, en los que resulta
difícil realizar otro tipo de pruebas. Consiste en analizar las
deposiciones que, en el caso de existir una mala absorción de lactosa,
son más ácidas de lo normal, porque cuando la lactosa es metabolizada
por la flora bacteriana del intestino grueso, se incrementa el contenido
de ácido láctico en las deposiciones.
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Otros métodos de diagnóstico son la biopsia intestinal para cuantificar la actividad enzimática y el estudio genético.
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Es habitual que se confunda la intolerancia a la lactosa con el
síndrome del intestino irritable, por lo que se debe realizar el diagnóstico diferencial para confirmar que se trata de un déficit de lactasa y no de otro tipo de trastorno intestinal