Tragedia griega para la salud
Conozco a un médico de familia que, tomando como referencia el artículo Health effects of financial crisis: omens of a Greek tragedy —Efectos en la Salud de la crisis económica: presagios de una tragedia griega—, publicado recientemente en la revista inglesa The Lancet, plantea
sesiones clínicas a sus colegas con este tema, mientras intenta, allá
donde le dejan, avisar de lo que, si nadie lo remedia, se avecina en
España en lo que se refiere a Salud.
Que no es poco, no. Con un paro que ronda el
25% (el juvenil, el 50%), una deuda (pública y privada) que ya nadie
quiere financiar y la amenaza de una quiebra bancaria que parece empujar
irremisiblemente a España al rescate financiero, con el consiguiente
recorte de gasto (¡más todavía!) en servicios sociales, en salarios, en
inversión pública, en Educación, en Sanidad…, no es de extrañar que el
panorama sanitario se presente, a corto y medio plazo, más que negro.
Pero, ¿qué cambios van a experimentarse, a percibirse muy pronto tal
vez, a partir de este proceso de descapitalización sanitaria? Lo
primero, quizá, es que la gente dejará de ir al médico. Los españoles
van ahora 7,5 veces al año de media, según los últimos datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), citados por El País,
frente a las 8,1 veces que iban en la anterior encuesta que se hizo al
respecto. Pero, ¿por qué dejan ya, o dejarán de ir al médico? Por varias
razones: lo primero porque tendrán que pagar, tal vez, una cuota aunque
ésta sea sólo simbólica (el famoso copago); pero también porque las
consultas ya no les quedarán tan cerca al terminar cerrándose centros de
salud, y, lógicamente, las que queden abiertas van a estar mucho más
masificadas; y habrá asimismo menos médicos disponibles y menos
enfermeras para atenderles, que a su vez les dedicarán menos tiempo,
como es natural y, encima, se quedarán con la sensación, suponemos, de
que apenas les han hecho caso, dado que el personal sanitario se va a
ver desbordado, al ser menos para igual o más trabajo.
La consecuencia inmediata de todo esto es que los episodios de
enfermedad que el ciudadano padezca se irán agravando. También se
descuidarán más la vigilancia y los cuidados cotidianos de salud y se
retraerá el enfermo en la compra de fármacos, muchas veces
imprescindibles. Pero, paradójicamente, será una constante que mientras
las visitas al ambulatorio decrecen, se incrementarán las que el enfermo
hace al hospital. La razón es comprensible: el descuido en el cuidado
cotidiano de la salud trae consigo, casi siempre, episodios más graves
de enfermedad y de peor resolución. De Grecia, por ejemplo, se dice en
el artículo citado que los ingresos en los hospitales públicos
aumentaron hasta un 40% en el año 2010 respecto al año 2009, mientras se
reducían en los hospitales privados entre un 25 y un 30%. Y si se toma
el periodo 2008-2010 como referente, el incremento de ingresos en los
hospitales públicos helenos fue de un 8%. Es decir, que el deterioro de
la gestión sanitaria, en lo que se refiere a prevención y a atención
primaria, se paga caro en la asistencia especializada, con el agravante,
en fin, de que ésta podría sufrir un colapso o “atasco” asistencial
debido al incremento en la demanda y la pérdida de calidad.
Luego habría que hablar de los grupos más vulnerables: ancianos,
enfermos crónicos, y de todos aquellos sectores sociales más débiles y
marginados: inmigrantes, enfermos de VIH o de quienes padecen cualquiera
otra infección. A todos ellos, a los que la atención sanitaria
gratuita, universal y pública mantiene ahora —con una “aceptable calidad
de vida”, se entiende—, se les sustraerán recursos enseguida para
dejarles a merced de su enfermedad. De estos grupos saldrán las primeras
víctimas visibles del drama que desde Grecia ya se anuncia, también
para nuestro Sistema Nacional de Salud, pues es evidente que al
descender los recursos la “tragedia griega” de la que estamos hablamos
se hará en cualquier momento realidad.
No obstante, como en el cuento de Pedro y el lobo, son muchos los españoles que, todavía, no parecen querer enterarse de la situación real. Según el médico de familia Federico Jiménez,
“sólo la gente mayor, los ancianos, que vivieron situaciones de penuria
en el pasado, empiezan a estar realmente preocupados. La población más
joven, en cambio, aún estando en paro, sigue demandando recursos
sanitarios sin medida como si nada estuviera pasando”, explica. “Sí
observamos, en la atención primaria al menos”, añade, “un cierto
retraimiento ya para pedir bajas laborales. De hecho hay pacientes que
entendemos que necesitan esa baja y, sin embargo, la rechazan por miedo a
perder el trabajo. Esto antes no ocurría”.
Hay otros indicadores, también, que son más que elocuentes para explicar
lo que está pasando, y que nos adelantan por sí solos qué puede ocurrir
en España muy pronto. Los suicidios por ejemplo. En Grecia este dato es
escalofriante. Entre 2007 y 2009 los suicidios aumentaron en el país
heleno un 19%. Y un 25% más en el período 2009-2010. Pero es que ahora
mismo el índice de suicidios entre la población griega ha sufrido un
incremento del 40% respecto a hace dos años. ¡Y este también es un dato
de salud a tener en cuenta! Porque aunque se considere que al menos un
25% de los suicidios que hay en Grecia tienen que ver con la situación
financiera, no deja de ser un problema de salud… Problema “mental” si se
quiere, pero de salud al fin y al cabo. Pues si sólo fuera por temas de
dinero por lo que se suicida la gente, en Grecia se habría suicidado ya
medio país, ¿no? Y afortunadamente no ocurre así.
También ha crecido en general la violencia de forma alarmante, mientras
que la tasa de robos se ha duplicado. En otras palabras: la salud
integral de los griegos se está resquebrajando como la tierra cuando es
sacudida por un seísmo violento. Por los datos que estamos citando,
aparecidos en de The Lancet, se podría colegir que a nosotros,
los españoles, si esto no cambia, va a ocurrirnos lo mismo. Y lo peor de
todo es que esta información, la que aquí reflejamos, se antoja una
gran losa que difícilmente evitaremos que nos caiga encima; como ya les
cayó a los griegos. Los recursos destinados allí a la cobertura de bajas
laborales por enfermedad descendieron entre 2009 y 2010 más de un 40%.
Aquí no se sabe por ahora qué ocurrirá, pero vislumbramos el camino.
¿Sucederá aquí lo mismo? Intentemos imaginarnos qué puede pasar cuando
ese millón setecientas mil familias y pico (1.782.400 exactamente) que
tienen todos sus miembros en paro se queden definitivamente sin ahorros,
sin la ayuda de sus padres ancianos o abuelos, o sin la mísera
aportación social que aún reciben del Estado. ¿Qué ocurrirá cuando esos
otros millones de jóvenes, entre 18 y 34 años, que están en paro se
harten de esperar por un trabajo que nunca llega, o por “algo” que les
guíe hacia el futuro? ¿Qué ocurrirá con la salud de los españoles que no
tengan para comer o ni siquiera fuerza para ir al médico? Entonces se
mascará la catástrofe y quizá ya no haya remedio para salvar el Sistema
Nacional de Salud del naufragio. Entonces la tragedia griega será una
realidad: volverán las epidemias. Las enfermedades infecciosas que
creíamos haber desterrado de la tierra, como la tuberculosis u otras más
sencillas de tratar, como el sarampión, tendrán de nuevo su caldo de
cultivo y volverán. De hecho han vuelto ya.
El sida también será más frecuente (en Grecia el incremento en estos
años de crisis ha sido de un 52%) y la prostitución y el comercio con
seres humanos, siempre tan recurrente en tiempos de catástrofe social,
también volverán a campar a sus anchas en nuestra sociedad. La situación
podría llegar a ser tan extrema que aquí también podrían darse
situaciones como las observadas en el país heleno donde se han
contabilizado casos de auto infección para poder acceder a las ayudas
que el Estado aún conserva para estos enfermos. El uso de la heroína ha
crecido un 20% en Grecia últimamente. Y el tiempo de consulta que alguna
ONGs dedicaban casi exclusivamente a los inmigrantes, ahora lo dedican,
en más de un 30%, a atender a los propios griegos; a esos cientos de
miles de griegos que ya han caído en la marginalidad.
Claro que todo no ha de ser malo: en el país de Sócrates y Platón ha
descendido el consumo de alcohol, así como los accidentes de tráfico.
No se sabe si guardan relación ambos hechos, probablemente sí, aunque lo
razonable sería pensar que ahora circulan menos coches pues los griegos
ya no tienen ni para gasolina, como se suele decir.
Para
ir concluyendo: la enseñanza que la experiencia griega nos deja en
cuanto nuestra Salud se refiere, y de la que deberíamos tomar nota para
irnos preparando, es que el esfuerzo que hace Grecia para ajustar sus
recursos reales (mientras intenta pagar sus deudas) a los servicios que
puede dar tiene una repercusión directa en la salud de los más débiles.
Aquí no será una excepción tampoco. De modo que, antes de que en nuestro
país se concreten los resultados de esa exclusión social que se
avecina, ya se podrá adelantar que, si hablamos de salud, esto es lo que
va a ocurrir: En primer lugar, los ciudadanos tendrán cada día más
difícil el acceder a los servicios preventivos de salud ya que el Estado
abandonará (si no lo ha hecho) las políticas de Salud Pública, apenas
esbozadas, en la anterior legislatura. En segundo lugar, las
enfermedades infecciosas van a encontrar un campo abonado en todos los
órdenes; la crisis es su caldo de cultivo. El VIH o las ITS (Infecciones
de Transmisión Sexual) experimentarán un incremento notable y
asistiremos, desgraciadamente, a su amplio desarrollo. Finalmente, la
consecuencia de todo esto va a ser… —no podrá ser otra manera— la
pérdida irreparable de vidas humanas. Así de simple.www.iberonat.com